La fragilidad del poder político regional
Franklin Santisteban abandonó
la Gobernación Regional tras una ruptura espectacular con su mentor, optando
por aliarse con rivales políticos para asegurar una ubicación como candidato al
Congreso.
Como un edificio que se
desmorona desde sus cimientos, la estructura política que Jorge Pérez había
construido con paciencia se derrumbó en horas. Las paredes de la Gobernación
Regional presenciaron el punto de quiebre: Franklin Santisteban, su más leal
colaborador, el hombre en quien depositó toda su confianza para forjar su
proyección presidencial, cruzó por última vez la puerta de la oficina del
Gobernador luego de escuchar palabras que marcaron el fin de una alianza que
prometía ser inquebrantable.
La caída de un proyecto
político
Lo que comenzó como una
estrategia perfectamente orquestada terminó siendo una lección sobre la
volatilidad de las alianzas políticas. Hace apenas algunos meses, Franklin
Santisteban fue designado miembro del Comité Ejecutivo Nacional de Somos Perú
con una misión que parecía sencilla: preparar el terreno para que Jorge Pérez
se consolidara como candidato presidencial. El plan incluía situar a Gustavo
Espinoza como número uno en la lista de diputados, relegando a Santisteban al
tercer lugar.
Sin embargo, aquella
distribución de posiciones que pudo haber parecido injusta al colaborador más
cercano de Pérez se convertiría en la semilla de la discordia. Cuando los
obstáculos comenzaron a aparecer en el horizonte político, particularmente
desde los sectores limeños que veían con recelo la candidatura de Pérez,
Franklin tomó una decisión que cambiaría para siempre el destino de ambos.
La traición del que fue como
un hermano
En lugar de permanecer al lado
de quien le había brindado todo —posición, influencia y proyección política—,
Santisteban eligió el camino del egoísmo. Extendió la mano hacia George Patrick
Forsyth Sommer, rival político directo de su "hermano" Jorge,
negociando una ubicación como cabeza de lista al Congreso. Esta decisión no
solo representó una ruptura personal, sino un golpe estratégico que debilitó
significativamente la candidatura de Pérez.
Algunos analistas políticos
sugieren que humillación jugó un papel determinante en esta traición. La
posición número tres quizás resultó demasiado simbólica, demasiado visible,
demasiado injusta para quien había invertido tanto esfuerzo. La ambición, ese
motor invisible que mueve la política, actuó como un catalizador de la ruptura.
El final en la oficina del
Gobernador
Testigos cercanos refieren que
la confrontación entre ambos fue violenta en sus palabras aunque no en sus
actos. En el despacho del Gobernador, en medio de una discusión que trascendió
los límites de la cordialidad profesional, la orden llegó clara y contundente:
"¡Lárgate, estás despedido!"
Franklin Santisteban abandonó
la Gobernación Regional. Su versión, compartida públicamente con Tito Ñopo,
habla de una renuncia voluntaria. La realidad, según quienes presenciaron los
hechos, cuenta una historia completamente distinta: la expulsión de quien fue
considerado parte de la familia política de Pérez.
Las víctimas silenciosas
La tragedia política también
tiene rostros secundarios. Martín Perales, Máximo Córdoba, Jorge Palacios y
Ebert Marín, todos ellos somistas que alguna vez dieron su respaldo
incondicional a Pérez, quedaron fuera del escenario electoral. La lealtad que
ofrecieron fue desestimada porque el Gobernador prefirió colocar toda su fe en
quien finalmente lo abandonaría.
En la arena política, como en
las tragedias de la antigüedad, el error de confundir la lealtad de un hombre
con la solidez de un proyecto trae consigo el castigo inevitable. Jorge Pérez
no será candidato presidencial. Patricia Li no se ha pronunciado, pero todo
indica que el dedo bajo vino desde arriba. Franklin Santisteban, por su parte,
encabezará la lista al Congreso junto a George Forsyth, demostrando una vez más
que en política, como dice el antiguo refrán, no hay enemigos eternos ni amigos
incondicionales.
Lo que sí hay es el polvo de
las ambiciones rotas y la certeza de que quien alguna vez fue leal decidió ser
codicioso. El costo fue la muerte política de quien creyó que la amistad podría
ser más fuerte que la sed de poder.
Esta crisis en Somos Perú
devela las fisuras profundas que caracterizan a la política peruana
contemporánea: la superficialidad de las alianzas, la fragilidad de las
estructuras partidarias y la primacía del interés personal sobre el proyecto
colectivo.
Jorge Pérez, por su parte,
cometió el error clásico del político que confunde la lealtad interpersonal con
la solidez de un proyecto. Al invertir toda su confianza en Franklin, al
construir su estrategia alrededor de un hombre en lugar de alrededor de ideas,
contribuyó a su propia caída. La política que se sostiene en personas, no en
principios, está condenada al fracaso.
El desenlace inevitable de esta historia es que ambos pierden: Pérez pierde su proyección presidencial, Santisteban pierde la credibilidad que había construido. Somos Perú pierde la cohesión. Y la ciudadanía, una vez más, es testigo de que las instituciones políticas peruanas requieren una transformación radical.