El historiador señala que Dina Boluarte será recordada por los 50 muertos y como una presidenta débil, a la que el Congreso maneja.
El historiador y docente Joseph Dager considera que, pese al rechazo a la clase política, no hay movilizaciones fuertes por los muertos de las protestas y porque muchos han caído pobreza y deben trabajar para sobrevivir. Advierte que la crisis política nos asemeja a los noventa, pero ahora falta líderes con credibilidad.
-Gobierno y Congreso son muy impopulares, pero las movilizaciones civiles no son muy fuertes. ¿Cómo llegamos a eso?
No se ve gran movimiento social especialmente en Lima. Sin embargo, en el primer año de Boluarte, hubo más de 1.000 movimientos sociales, sobre todo en provincias: es un récord. La gente sí está expresando su descontento en regiones, de modo focalizado y sin liderazgo que las aglutine. Además, los 50 muertos de las protestas no son poca cosa: para salir a marchar ahora se piensa dos veces. Esas marchas representan cosas pocas veces vistas en la historia del Perú: por momentos hubo 20 regiones protestando. No fructificaron en Lima y líderes limeños vieron posibles infiltrados, algunos acusándolos de “terrucos”. No empatizaron con esa protesta porque lo que pretendía era diferente a lo que se quería más en Lima.
¿Es por ese divorcio entre Lima y las regiones que se agudizó en las elecciones del 2021?
Creo que sí. Seguimos sin completa integración. Es clara la oposición de sur andino y Lima y viene probablemente desde casi la Independencia, si vemos la Confederación Perú-Boliviana. En el 2021, se agudiza. Una reflexión: lo fuerte del símbolo para nuestro país, integración, ir superando brechas al menos mentales, de que el presidente del Bicentenario sea un maestro de origen rural y campesino. Un sector fuerte de la población y el Congreso lo quiso vacar desde el día siguiente de elegido. Inventaron un fraude y se lo achacaron a las poblaciones más alejadas. El propio Pedro Castillo no fue capaz de asumir el símbolo y se rodeó de pirañas, pero el conjunto político tampoco lo quiso aceptar. Si se le prueba corrupción, merece todo peso de la ley, pero los primeros intentos de sacarlo se explican por que una parte de la población, que más posibilidad tiene de hacer sentir su voz no quería identificarse con un campesino maestro rural que hablaba mal como presidente.
-¿El desmantelamiento y retroceso en el Estado, qué peso tienen para la ciudadanía?
Hay un peso, hay una conciencia. Es responsabilidad de los líderes políticos, líderes de opinión y medios de comunicación contribuir a esa toma de conciencia de la ciudadanía. De decirles que, por ejemplo, una entidad como la Sunedu debe hacer contribuir a que las buenas y caras universidades no estén tan alejadas en calidad de las universidades que son un poco más económicas. Es decir, las entidades estatales tienen que equiparar la cancha, asegurar que esas universidades que no son tan caras tengan condiciones de calidad como las que son más caras, de manera que dentro de un tiempo razonable, 5, 10, 15 años, no haya tanta diferencia como ahora en lo que pesan esos diplomas. Y lo que han hecho en el fondo es maniatarlos, quitarles atribuciones, hacerlos menos eficientes. Y se utilizan argumentos falsos porque dicen la OCDE lo ha pedido. Mentira, al contrario, pide que los reguladores sean más eficientes. Estamos en una situación más parecida a los 90 en el sentido de que están cooptando el Estado para favorecer intereses de privados y perjudicar a las mayorías sociales.
-¿La juventud está dormida?
Creo que la juventud está empezando a despertar. Estamos en un momento complicado. Según las cifras del INEI, la pobreza y la pobreza extrema han aumentado. Pero ese 29% a mí me preocupa tanto como el 31% que el propio INEI califica de población vulnerable que en cualquier momento podría pasar a la pobreza. Esto quiere decir que hay un 31% de nuestra población que lamentablemente no puede, en este momento, perder dos o tres horas en marchas, que tiene que estar permanentemente en el día a día trabajando, y buena parte de nuestra juventud estudia y trabaja. Entonces estamos en un momento complicado, en que, junto con las muertes, no favorece a que esta juventud termine de despertar. Sin embargo, yo tengo esperanzas que eso sucederá.
-Boluarte es la primera presidenta mujer. ¿Cómo pasará a la historia esa experiencia?
Creo que de un modo muy penoso, una lástima. Si el símbolo del presidente de origen rural y campesino era muy potente, terminada esa presidencia por las razones que fuera, que lo sucediese una mujer también de origen provinciano quechuahablante era otro símbolo que lamentablemente no hemos podido aprovechar. Que nuestra primera presidenta mujer sea en el contexto del Bicentenario desde el punto de vista histórico, sociológico, simbólico, hubiese sido una gran cosa para el país. Lamentablemente, va a pasar a la historia como una presidencia que será recordada por los asesinatos, con una presidencia que en tanto débil termina no solo asociándose al Congreso sino siendo manejada por él con el propósito de durar hasta cuando pueda, y que termina gobernando con quienes perdieron las elecciones.
-¿Cómo ve la gestión en el Ministerio de Cultura?
Probablemente Cultura sea la más penosa y triste demostración de la ineficiencia del Gobierno y, por otro lado, de los aliados que tiene la presidenta Boluarte. Todo parece indicar que el sector cultura está muy aliado a fuerzas radicales de derecha. Acaban de nombrar como viceministra a una militante del fujimorismo. Recordemos que la ministra y los viceministros en su momento se reunieron con movimientos como La Resistencia, que demuestran, muy poca vocación democrática y, permanentemente en Cultura se hace alusión a que los premios que se van a dar ahora deben tratar sobre tal cosa y no sobre tal otra. Hay un intento de, no voy a decir censurar, pero sí guiar la cultura hacia determinados asuntos ideológicos.